E l e n a S a l a m a n c a —

translated by R y a n G r e e n e

from [INCOGNITA‌ ‌FLORA‌ ‌CUSCATLANICA‌]

PART IV

 

I’m running blind

through the labyrinth of History.

And everything I touch

is tentacle

and velvet.

 

I scraped my fingers

against the borders’ porosities.

And I didn’t know if they were brick

or coral.

 

There was no surface yet,

nor archipelagos,

nor foothill. 

A shadow floating over the waters

could be cloud

or bomb.

 

Millions of years ago

a blind fish swam through the oceans,

fugitive from the first explosion.

 

 

90 million years back,

Metapán was a stone,

deformed and perfect,

floating between cliffs.

 

In its quarries bloomed ceibas

[Ceiba aesculifolia],

trees with seeds of flying cotton,

ancient,

[Pochote] the old women called that tree

which the grandmothers used to make pillows for the children:

All those children were left sleeping,

dead in the wars

with the aurora of the first bomb.

 

One after another,

the wars sprouted

like a garden of poisoned flowers,

those other flowers we never met,

thanks to the volcanoes’ explosions.

 

Flowers without names.

Flowers before men,

flowers before science,

flowers before flowers.

 

Inflorescences we can’t even imagine,

ramified like DNA

or the cartesian axes of the constellations.

 

 

In reality, no one has told us the first flowers had petals.

They could have been fangs

or wings.

 

 

Thousands of years after the Loma Caldera eruption,

during the war,

the paramilitaries dumped the disappeared and murdered at El Playón,

surrounded by volcanic rock and flowers,

like trash from another planet.

 

 

Years later, the postwar biologists

studied the ecosystems:

Perhaps it was possible to catalog

what had grown

amid the carrion:

cacti, agaves, siemprevivas, weeds.

No one wanted to think

that, maybe,

the poet had been tossed there.

 

 

Maybe there’s another justice,

of sepals,

separating human infamy

from eternity.

Maybe that justice

blanketed the dead

with moss and fireflies.

We already know: life was born from a bacterium.

 

 

Once you said

bread,

bee,

fish,

but you didn’t say anything about the surface

which shrank beneath my feet,

elastic and leathery,

like an incontinent man afraid

of making children and piles of corpses.

 

 

[To Roque Dalton]

 

 

 


 AUTHOR’S NOTE

 

[INCOGNITA FLORA CUSCATLANICA] is dedicated to my grandmother Rosa Elena Martínez (1931-2017) and to the memory of Roque Dalton (1935-1975), murdered by his fellow members of the ERP and whose crime remains unpunished.

 

It was also inscribed in the memory of and thanks to Edy Albertina Montalvo (1928-2020), the first woman who dedicated herself to the study of botany in El Salvador and who founded the Herbarium of the Universidad de El Salvador and the Herbarium of the Jardín Botánico La Laguna.

 

[INCOGNITA FLORA CUSCATLANICA] is based on the scientific investigations conducted by the archaeologists Payson Sheets, Robert Dull, Paul Amaroli, Paul Daugherty; and the biologist Pablo Galán at the magazine Pankia.

 

The allusion to the blind Central American fish is from Ricardo Lindo in his book Lo que dice el río Lempa.

 

The rest of the vegetal knowledge comes from my grandmother, Rosa Elena Martínez, who taught me, when I was very young, the names of the flowers, and who also taught me to keep flowers pressed in books. All of our life together we gathered flowers and leaves from the gardens of all of our houses: the one during the war, the one after the war, and the final one, where she died on November 20, 2017.

 

To love is to plant a garden.

 

PARTE IV

 

Corro ciega

por el laberinto de la Historia.

Y todo lo que toco

es tentáculo

y terciopelo.

 

Raspé mis dedos

en las porosidades de las fronteras.

Y no supe si eran muro

o coral.

 

No había aún superficie,

ni archipiélagos,

ni ladera.

Una sombra que flota sobre las aguas

puede ser nube

o bomba.

 

Hace millones de años,

un pez ciego nadaba entre los océanos,

fugitivo de la primera explosión.

 

 

90 millones de años atrás,

Metapán era una piedra,

deforme y perfecta,

que flotaba entre acantilados.

 

En sus canteras florecían ceibas

[Ceiba aesculifolia],

árboles de semillas de algodón volador,

antiguo,

[Pochote] llamaban las ancianas a ese árbol

con el que las abuelas hacían almohadas para los niños:

Todos esos niños se quedaron dormidos,

muertos en las guerras

con la aurora de la primera bomba.

 

Una tras otra,

las guerras brotaban

como jardín de flores envenenadas,

esas otras flores que no conocimos,

por las explosiones de los volcanes.

 

Flores sin nombre.

Flores antes de los hombres,

flores antes de la ciencia,

flores antes de las flores.

 

Inflorescencias que ni siquiera imaginamos,

ramificadas como el ADN

o los ejes cartesianos de las constelaciones.

 

 

Nadie nos ha dicho en realidad que las primeras flores tuvieran pétalos.

Pudieron ser colmillos

o alas.

 

 

Miles de años después de la erupción del Loma Caldera,

durante la guerra,

los paramilitares tiraban en El Playón a los desaparecidos y asesinados,

entre roca volcánica y flores,

como basura de otro planeta.

 

 

Años después, los biólogos de la posguerra

estudiaron los ecosistemas:

Tal vez era posible catalogar

aquello que había crecido

entre la carroña:

cactáceas, agaváceas, siemprevivas, malashierbas.

Nadie quería pensar

que, a lo mejor,

ahí habían arrojado al poeta.

 

 

A lo mejor hay otra justicia,

de sépalos,

que separa la infamia humana

de la eternidad.

A lo mejor esa justicia

cubrió a los muertos

de musgos y luciérnagas.

Ya sabemos: la vida nació de una bacteria.

 

 

Alguna vez dijiste

pan,

abeja,

pez,

pero no me dijiste nada de la superficie

que rehuía bajo mis pies,

elástica y correosa,

como un hombre incontinente que teme

hacer hijos y pilas de cadáveres.

 

 

[A Roque Dalton]

 

 

 


NOTA DE AUTORA

 

[INCOGNITA FLORA CUSCATLANICA] está dedicado a mi abuela Rosa Elena Martínez (1931-2017) y a la memoria de Roque Dalton (1935-1975), asesinado por sus propios compañeros del ERP y cuyo crimen sigue impune.

 

También se inscribe en la memoria y el agradecimiento a Edy Albertina Montalvo (1928-2020), la primera mujer que se dedicó a estudiar la botánica en El Salvaodr y fundó el Herbario de la Universidad de El Salvador y el Herbario del Jardín Botánico La Laguna.

 

[INCOGNITA FLORA CUSCATLANICA] está basado en las investigaciones científicas de los arqueólogos Payson Sheets, Robert Dull, Paul Amaroli, Paul Daugherty; y el biólogo Pablo Galán en la revista Pankia.

 

La alusión al pez ciego centroamericano es de Ricardo Lindo en su libro Lo que dice el río Lempa.

 

El resto del conocimiento vegetal viene de mi abuelita, Rosa Elena Martínez, quien me enseñó, muy niña, los nombres de las flores, y quien también me enseñó a guardar flores prensadas en libros. Toda nuestra vida juntas recolectamos flores y hojas de los jardines de todas nuestras casas: la de la guerra, la de después de la guerra, y la definitiva, donde ella murió el 30 de noviembre de 2017.

 

Amar es hacer jardín.